Diez por día. Esa es la media que resulta de los 3.533 ataques a refugiados y a centros de acogida registrados el pasado año en Alemania por las fuerzas de seguridad, agresiones de carácter racista y xenófobo en las que resultaron heridas un total de 560 personas, 43 de ellas niños.
Estas son algunas de las cifras dadas por del Ministerio de Interior como respuesta a una pregunta del grupo parlamentario de La Izquierda sobre violencia contra los migrantes, un problema añejo y latente en todas las sociedades y que con la llegada masiva de demandantes de asilo y el avance de populismo vuelve a abrirse camino en las estadísticas.
Según la Oficina de Investigación Criminal, en la inmensa mayoría de los delitos contra refugiados y albergues investigado, los autores guardaban relación con círculos de ultraderecha o simpatizaban con movimientos de derecha populistas y anti-migración. Hubo ataques en todo el territorio federal, pero con predominio en los estados federados del Este, la extinta Alemania comunista, donde el discurso del miedo y contra los extranjeros tiene más calado.
«¿Debe haber muertos antes de que la violencia de la derecha sea considerada un problema central de seguridad en la agenda de la política de interior?», se ha preguntado en declaraciones al grupo Funke la portavoz de Interior de La Izquierda en el Parlamento, Ulla Jelpke.
De los 3.533 ataques computados, 2.545 fueron agresiones contra las personas y fuera de los albergues. En los 988 casos restantes, los objetivos fueron los centros de acogida habitados, vacíos o en proceso de rehabilitación.
El número de ataques contra las instalaciones fue ligeramente inferior a la registrada en 2015, con 1.031 ataques. En el año 2014, antes del estallido de la crisis de los refugiados, fueron 199.
En su respuesta al partido de La Izquierda, el ministerio que dirige el cristianodemócrata Thomas de Maizière adelanta que en 2016 hubo también 217 ataques a organizaciones no gubernamentales de ayuda a los refugiados y voluntarios.
Para Interior estas cifras, aún provisionales, merecen una firme condena porque reflejan un aumento indeseable de la violencia racista y xenófoba en la sociedad y porque «las personas que han huido de sus países en busca de protección en Alemania tienen el derecho a esperar una acogida segura».
Según la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados, Alemania recibió en 2016 a 280.000 peticionarios de asilo, lo que supuso un descenso del 68% con respecto al año anterior, cuando llegaron 890.000 personas buscando refugio en el país. Tras esa drástica reducción del flujo migratorio está el cierre de la denominada ruta de los Balcanes y la firma del acuerdo de repatriación de refugiados entre la Unión Europea y Turquía, un balón de oxigeno para la canciller Angela Mekel, que llegó a estar políticamente contra las cuerdas. La crisis de los refugiados se ha convertido ahora en un desafío para la integración, lo que pasa por ahuyentar los demonios del racismo y de la xenofobia en un año electoral.
Sin perder de vista la cita con las urnas el próximo 24 de septiembre, Jelpke ya ha acusado al Gobierno de dar la impresión de que los refugiados son una amenaza con las sucesivas reformas para endurecer las leyes de asilo y extranjería, y considera que el riesgo es el contrario: «los nazis amenazan a los refugiados y con ellos nuestra democracia».
Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/26/58b3314246163faa288b4584.html