¡Atención! ¡Firmeeés! ¡Yá! Era agradable escuchar las instrucciones en voz de aquel Comandante, una vez oí decirle al personal que venía del ejército y del famoso agrupamiento de la Metropolitana allá en la Capital, le encantaba infundir algarabía y sentimientos hacia el distinguido color azul, le fascinaba vitorear cánticos policiales cuando iba con los compañeros a paso veloz y era obvio que engalanaba la disciplina por encima de los demás.

Sucedió en aquel Pueblo místico de Metepec, la gente fastidiada de un muchacho vicioso de la comunidad buscaba justicia por su propia mano, “el Cabecas” se había llevado las páginas de los diarios en los últimos días, a decir verdad no era para tanto, pues este sempiterno amigo de lo ajeno estaba coludido con “el escuadrón de la muerte” y con el glorioso cuerpo de indigentes, dentro de sus borracheras y escaramuzas en los patios vecinos, se llevaba herramientas y tanques de gas para comprar paquetitos de mariguana y cervezas.

La fama lo fue colocando en una situación distinta a la realidad, cada vez que sucedía algo anormal los vecinos se lo adjudicaban, esa ocasión ordenaron de Puebla detenerlo para evitar el fatal desenlace que años atrás pudo evitarse, el horno no estaba para bollos y menos para la Corporación que noblemente engalanamos, llegó acompañado de un solo compañero, su entrada a la plaza triunfal fue como si un guerrero romano hubiera accedido a territorio cartaginense, aunque prácticamente pareciera más que habría llegado a una batalla de esas pírricas.

La orden era detenerlo y enfrascarlo para evitar una situación de ingobernabilidad, esa ocasión «Pitbull» había logrado que todo el pueblo lo considerara como un guerrero notable. Al llegar encontró a una persona sentada en una banca como si nada le corriera, del otro lado las algidas peleas y gritos por encadenar y quemar a un individuo por todos ellos conocido, a él se le ocurrió preguntarle si conocía al famoso Cabecas, el chico displicente le dijo: -«yo soy esa persona».

Extrañado no pudo concebir que esa diminuta imagen fuera el más buscado por los más altos niveles de inteligencia de Seguridad del Estado, era difícil creerlo y más difícil aceptarlo, únicamente siguiendo sus instintos procedió a revisarlo y encontró entre sus pertenencias un arma oxidada y algunos sobres de droga que lo convertían en un personaje heroico para los minihampones de Metepec, este era el indicado, efectivamente, en años anteriores fue líder en muchas actividades, una de ellas era el asalto y el asesinato.

Del otro lado continuaban los gritos hacia una persona parecida al susodicho, se procedió a su detención del masculino sentado en la banca y se inició un diálogo para convencer a la multitud de que tenían a una persona distinta, el Cabecas iba directo al MP Federal, los vecinos no podían creerlo, decían que la hazaña era inventada y que solo linchando a esta persona podían lograr justicia.

Varias horas después de la plática con la muchedumbre arribó una persona a dialogar y convencerlos de que su nieto no era el Cabecas, los diarios estatales y municipales ya daban la noticia de que el Cabecas estaba vinculado y resguardado en una prisión por varios delitos, sin quererlo mi amigo, el famoso perro de pelea había logrado salvar vidas y vaya que lo hizo, éramos 8 contra una multitud de 300, donde quiera que estés amigo lograste salvar la vida de muchos compañeros y quizás de algún poblador.

De verdad contar estás historias tienen simplicidad pero mucha significancia en nuestra labor. Ahora anclado en unos Municipios de la Sierra Nororiental me gusta oírte vitorear tu singular ¡Firmes! ¡Ya! Eres único, donde quiera que estés ¡Saludos!